Renacer con Voz

Fallamos…
cuando valoramos más a los de fuera que a los que viven bajo nuestro mismo techo.
Cuando dedicamos homenajes a desconocidos, y olvidamos mirar a los ojos a quien comparte la vida con nosotros cada día.

Fallamos…
cuando la copa bonita es para las visitas,
y la taza quebrada para los de casa.

Cuando hacerle un favor a un amigo es fácil,
pero hacerlo por tu pareja es un peso.

Fallamos…
cuando en público presumimos un amor incondicional,
pero en casa ese amor se esconde, se silencia, se ausenta.

Cuando olvidamos que la familia no es parte de la vida,
es el corazón mismo de la vida.

Fallamos…
cuando trabajamos más de 12 horas para alguien más
y no invertimos ni una para recuperar a quienes decimos amar.

Cuando pasan días enteros y no vemos a nuestros hijos,
y ni siquiera lo notamos.

Cuando no somos ejemplo,
porque no somos presencia.
Porque no somos guía.
Porque no somos tiempo.

Fallamos…
cuando intentamos convertir a los nuestros en una extensión de nosotros,
y olvidamos ser, simplemente, un mejor ser humano.
(Texto tomado de Facebook)

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Y yo te pregunto:
¿Qué estás haciendo hoy para ser un mejor ser humano?

¿Qué te vas a llevar cuando te mueras?
Porque lo material, ya lo sabes, no viaja con nosotros.

¿Y si hoy dejáramos de existir…
qué quedaría de ti?
¿Qué has sembrado?
¿Qué ha brotado en los corazones de quienes te conocieron?

¿Qué recordará tu hijo de ti en su infancia?
¿Qué recordaré yo?
¿Qué recordarás tú?

Seguramente…
la ausencia.
Y tú no tendrás recuerdos con nosotros en las diferentes etapas.

Pero cada quien… sus sueños.
Sus metas.
Sus prioridades.

Solo te invito a hacerte una última pregunta:
¿Vale la pena?

¿Cómo estás tú?
¿Cómo te sientes?

¿Orgulloso?
¿Feliz?
¿Satisfecho?
¿Tranquilo?

¿Tus seres queridos se sienten orgullosos de ti?

Si la respuesta es sí… vas bien.
Si no lo es, aún estás a tiempo.

Porque el tiempo pasa.
Y no regresa.

Y aquello que hoy das por hecho,
puede que mañana…
ya no esté.

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Gracias por leerme. Si estas palabras resonaron contigo, quizá también estés aprendiendo a darle nombre a las ausencias.

— Renacer con voz